La exposición "Pinturas" de Javier Egea se podrá visitar hasta el 21 de febrero en la Casa de los Duendes

Javier Egea consigue con su obra, a través del género del retrato, que sintamos estar ante persona y pintura al mismo tiempo

La muestra puede disfrutarse de forma gratuita en horario de lunes a viernes de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas y los sábados de 11:00 a 14:00 h.

El concejal de Cultura del Ayuntamiento de Puerto Lumbreras; Juan Rubén Burrueco, y el primer Teniente de Alcalde; César Gázquez, inauguraron este viernes en la Casa de los Duendes la exposición "Pinturas" de Javier Egea. Una muestra que se podrá visitar y disfrutar de forma gratuita hasta el 21 de febrero en la sala de exposiciones de este emblemático centro cultural, en horario de lunes a viernes de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas y los sábados de 11:00 a 14:00 h.

Javier Egea (Vélez Rubio, 1983) es Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Granada, y ha participado en numerosas exposiciones tanto colectivas como individuales en Andalucía, Región de Murcia, Madrid, Alemania y Estados Unidos.

En palabras de Julio Rodríguez, Director de Arte, Javier Egea consigue con su obra "Pinturas" que sintamos estar ante persona y pintura al mismo tiempo. Y es que el género del retrato en la pintura, produce un interés especial. A diferencia de otra temática, el retrato provoca una sensación particular, diferente a la que podría desencadenar el ver representado un paisaje, un bodegón, o incluso un animal. Una respuesta biológica. Independientemente del estilo utilizado, herramientas y técnica, cuando vemos un rostro, salvo contadas excepciones, nuestro cerebro por un breve espacio de tiempo cree reconocer una persona de verdad. Interpretamos la pintura de forma inconsciente como si de alguien de carne y hueso se tratase, hasta que tras milésimas de segundo, sin darnos cuenta, comprendemos que en efecto, lo que vemos, es un cuadro, sólo eso. La pintura de Javier Egea alcanza esta sensación, ese momento y ahí se detiene.

La mayoría de los retratados quedan reducidos a una cabeza, nada de cuerpo, simplemente una cara que te devuelve la mirada. El límite del lienzo no va mucho más allá de los límites de la cabeza, solamente rostro. En un ejercicio exquisito y equilibrado de brochazos y pinceladas, nos mantenemos suspendidos en ese instante concreto, ese espacio de tiempo en el que un rostro nos produce la sensación de estar frente a alguien real sin perderse en una representación fiel y realista de la carne, la cara o los detalles.

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